Un discípulo de Jesús

Como irás viendo, hermano/a cristiano/a, en este blog se habla de 'renovación de la Iglesia', de 'avanzar hacia un cristianismo más bíblico', de 'regresar al cristianismo en sus fuentes', y cosas semejantes. Esto ciertamente suena presuntuoso, ¿con qué autoridad uno puede hablar así?

No me respalda ninguna iglesia establecida, ninguna organización cristiana. No tengo ningún doctorado ni títulos relevantes. Vivo con mi familia una vida común y ordinaria, ganándome el sustento con mis propias manos. No tenemos nada brillante que presentar al mundo ni a ti. No soy mejor que ningún otro cristiano, ni siquiera que ningún otro ser humano. Y no es falsa humildad, yo creo a Dios cuando dice en su Palabra que todos somos pecadores. No sólo que 'hacemos' pecados, sino que 'somos' pecadores.

Acepto, pues, el veredicto de Dios: por mí mismo no soy más que una criatura empedernidamente rebelde a su Creador, incapaz de obedecerle, extraviado en mis propios caminos, separado de Él y, por tanto, condenado al fracaso y a la muerte (pues la muerte no es otra cosa que perder la comunión con Dios). En mí mismo, pues, no tengo autoridad ninguna para hablar de renovación de la Iglesia.

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aún estando yo muerto en pecados, me dio vida juntamente con Cristo. ¡Por pura gracia me ha salvado! Yo no he hecho nada para merecerlo. El me amó primero.

Él no me abandonó a mi propia mente ignorante y obstinada, me reveló al ser humano verdadero, Jesucristo, y comprendí que toda mi vida era un error, que los caminos de mi voluntad rebelde no sólo conducían a la muerte, sino que engendraban muerte a mi alrededor. Incluso lo que yo creía estar haciendo bien, no era más que basura visto desde esta nueva luz. Así recibí el don del arrepentimiento: un cambio radical de mentalidad.

Él hizo llegar a mis oídos las Buenas Noticias de la Salvación: yo merecía la muerte al vivir independiente de Dios (que es LA VIDA), pero Dios ME PUSO EN CRISTO, CARGÓ SOBRE ÉL TODOS MIS PECADOS Y EXTRAVÍOS, y asumiendo mi propio destino de muerte subió a la cruz para morir en mi lugar, derramando su preciosa sangre para limpiar todas mis basuras y rebeliones. ¡¡ALABADO SEA POR ESO!. ¡Y EL PADRE LE RESUCITÓ LEVANTÁNDOLO DE LOS MUERTOS, y a mí me resucitó con él, dándome la posibilidad de andar en una vida nueva!.

Cuando esta Buena Noticia entró por mis oídos despertó en mi la fe, y creí todo lo que Dios dice en su Palabra que ha hecho por mí (y por todos): creí que Jesús murió por mí, que borró todos mis pecados, que me salvó de una vida malograda lejos de Dios. Creí que mi viejo yo murió con Cristo en la cruz, y que ahora en Cristo soy una nueva criatura. Creí lo que dice la Palabra de Dios: el que cree en Cristo y su obra recibe gratuitamente la salvación: ¡la Vida eterna, la misma Vida de Dios, su mismo Espíritu habitando en su interior!.

Al comprender las dimensiones de la obra y el amor de Cristo me doy cuenta de que ya no puedo sino vivir para él. Él es ahora mi Señor, el dueño de mi vida. Yo ya no me pertenezco, a él cedo todos mis derechos, pues me ha comprado para Dios al precio de su propia vida, de su propia sangre.

Por la Palabra de Dios he conocido EL SECRETO DE ESTA NUEVA VIDA: ahora ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Esto es un hecho, histórico y espiritual, aunque todavía tiene que hacerse experiencia cabal en mí. Todavía a veces no le dejo a Él vivir en mí, y entonces se manifiesta todavía mi hombre viejo, lleno de maldad. El Camino cristiano es pues que cada vez yo mengue más para que Él crezca más en mí. ¡Para mí vivir es Cristo! Y en él está puesta toda mi esperanza. Sé que Dios me está despojando de mi vieja naturaleza rebelde y me está transformando más y más a imagen de su Hijo, hasta que un día, el día de la resurrección, incluso mi cuerpo participe de la gloria de Cristo, junto con toda la Creación.

Oh, qué revelación: LA VIDA CRISTIANA ES LA VIDA DE CRISTO, ES CRISTO VIVIENDO EN MÍ. EL CRISTIANISMO no es tanto hacer cosas o creer cosas, sino UNA RELACIÓN VIVA Y PERSONAL CON JESÚS, EL SEÑOR.

Y siendo una relación personal e intransferible, la vida cristiana es a la vez EMINENTEMENTE SOCIAL, CORPORATIVA. Cuando por la fe he pasado de mi antigua condición a vivir en Cristo, me he convertido en miembro de su Cuerpo, la Iglesia. ¡Y esto automáticamente!: si estoy en Cristo, formo parte de su Cuerpo; nada ni nadie más me puede dar o prohibir la condición de miembro de la Iglesia, porque la Iglesia no es una organización humana, es un organismo espiritual (es decir, creado por el Espíritu), un ser vivo. Ahora soy uno junto con todos los creyentes en el Señor Jesús de todos los tiempos y lugares. Aún siendo muchos, formamos un sólo Cuerpo, a través del cual Cristo Cabeza es representado y expresado en el mundo.

Esta comunión espiritual universal tiene su expresión visible y concreta en las iglesias locales: la comunión de todos los creyentes que viven en una misma localidad. En cada localidad ellos/as son la representación de todo el Cuerpo de Cristo, el testimonio visible de Cristo. En Novelda, como en todo el mundo, este testimonio está ahora roto. Los cristianos estamos divididos, dispersos cada uno, cada grupo, por nuestros propios caminos; y en muchas cosas no somos fieles a la voluntad del Señor para su Iglesia. Pero es en esta iglesia local de Novelda en ruinas donde somos miembros de la Iglesia universal y donde hemos de vivir la realidad del Cuerpo de Cristo (ver artículo en este blog: 'Cristiano, a secas').

Aquí y ahora, en Novelda, es donde el Señor nos está llamando a seguirle ahora, como discípulos suyos, sirviendo a Sus intereses y objetivos, en medio de la situación actual de la Cristiandad y del mundo.

Así pues, el que escribe en este blog no es más que un discípulo, aprendiendo 'del' Maestro día a día, aprendiendo 'al' Maestro día a día; deseando hacerlo con todos sus hermanos/as, empezando por Novelda. Y mientras tanto compartiendo, con quien quiera escuchar, lo que estamos recibiendo.

Como seguidor de Cristo mi lealtad es primera y absolutamente a mi Señor. En segundo lugar, al Cuerpo de Cristo, a la comunidad viva de creyentes y discípulos sujetos a la soberanía de su Señor. Precisamente por este orden de lealtades, por amor de Cristo y su Iglesia, me atrevo con temor y temblor, siempre a la escucha de mi Señor, a hablar de la necesidad de renovar el cristianismo regresando las fuentes, que son Jesucristo Viviente y el testimonio que de Él nos han dejado sus apóstoles y la iglesia primitiva (hay mucho lastre adherido posteriormente que quitarse).

Te pido, pues, mi hermano/a, que no aceptes sin más lo que aquí se comparte, pero que tampoco lo rechaces sin más. Busquemos juntos la voluntad de nuestro Señor (ver artículo en este blog: 'El principio Berea'.

P.F. Obed

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