Destellos de la epopeya más grande de todos los tiempos

El Hijo amado de Dios, que desde toda la eternidad moraba en el seno del Padre y con Él compartía toda su gloria, aceptó voluntariamente satisfacer el deseo de su Padre de venir al mundo para salvar a la Humanidad perdida.

Adán, cabeza representante de toda la Humanidad, recibió de Dios no sólo la naturaleza humana limpia e inocente, sino también la invitación a comer del árbol de la vida, es decir, le ofreció participar de la misma Vida de Dios, realizando así las más altas posibilidades de la Raza Humana.

Pero Adán cayó, no sólo no comió del árbol de la vida, sino que obedeció la voz de la serpiente, y quiso realizar la naturaleza humana independientemente de Dios, quiso hacerse dios sin Dios, y la naturaleza humana quedó vendida al Pecado, corrompida. La Humanidad vino así a ser una raza maldita, bajo la ira de Dios, condenada a muerte, frustrada en su eterno destino.

Entonces el eterno Hijo de Dios abandonó la morada de su gloria junto al Padre, se despojó a sí mismo de su condición gloriosa, de sus privilegios divinos, y por el poder del Espíritu de Dios tomó de una virgen una naturaleza humana semejante a la nuestra, pero sin pecado, una naturaleza humana como la que Adán recibió al principio, antes de la caída, una naturaleza limpia y santa.

Jesús fue así constituido por Dios como 'la segunda oportunidad' para la Humanidad: el último Adán (1Cor 15:45). En Jesús, Dios se arremangó, despojándose de su condición divina, para afrontar como hombre los desafíos humanos.Y estando en la condición de hombre, el Hijo de Dios fue probado en todo, como nosotros; sufrió todo tipo de tentaciones y dificultades, ¡¡y salió victorioso!! En toda su vida como hombre, jamás se dejó seducir por la voz de la Serpiente antigua, rechazó todas sus tentaciones, sólo escuchó la voz de Dios su Padre, viviendo una perfecta vida de obediencia al Padre. Él, como hombre, sí comió del árbol de la vida: vivió siempre por medio de la Vida de su Padre. Jesús fue el Hombre que Dios buscaba, el único Hombre perfecto que anduvo por nuestra Tierra. En Él, la naturaleza humana alcanzó su plena realización, sus más altas posibilidades.

Puesto que nunca pecó, su humanidad no estaba sujeta a la muerte, pero por su gran amor al Padre y a la Humanidad caída, aceptó voluntariamente someterse a 'una muerte sustitutiva' en representación de la Raza Humana maldita. En la cruz, Él asumió sobre sí el justo juicio y la ira de Dios sobre la Humanidad rebelde. Aquel que no tenía pecado, fue hecho pecado: todo pecado, toda desobediencia, toda iniquidad, todo el mal del ser humano, fueron acumulados y cargados sobre Él.

Allá en aquella cruz, Jesús actuó como 'el ultimo Adán': el representante de toda la vieja creación caída. Sobre Él fue descargada toda la ira de Dios, su justo castigo, sobre esa vieja creación corrompida. En la muerte de Cristo, todo fue terminado. Toda esta vieja creación, y esta vieja Humanidad que todavía vemos, fue sentenciada y terminada en la cruz de Cristo.

Pero no era posible que la Muerte le retuviera, porque poseía el poder de una Vida indestructible. Con su muerte, Cristo destruyó la muerte y al emperador de la muerte, y fue levantado de entre los muertos ya no como representante de la vieja Humanidad (el último Adán), sino como el Precursor y el Pionero de una Nueva Humanidad (el Segundo Hombre -1Cor 15:47-), de una Nueva Creación. Jesús resucitado es la Cabeza, el Jefe de una nueva raza. La cruz de Cristo es la línea divisoria entre el viejo y el nuevo mundo.

En Jesús, el Hijo encarnado, la vieja naturaleza humana corrupta fue reeditada: fue terminada en la cruz, y después resucitada a una nueva forma de vida, más allá del poder del pecado, la muerte y la corrupción; y no sólo eso, en Él nuestra naturaleza renovada fue ascendida a los cielos donde Dios mora, e introducida en la gloria divina: aquella gloria que el Hijo compartía con el Padre desde toda la eternidad y de la que se despojó para venir a buscarnos, ahora la recuperaba también 'en cuanto hombre'. ¡En Jesús nuestra naturaleza humana ya ha sido transformada, transida, henchida, por la Vida y la Gloria divinas!. La preciosa humanidad de Cristo ha sido introducida en la Comunidad Divina, ¡forma parte de la mismísima Deidad!. La preciosa humanidad de Cristo ha sido saturada por el Espíritu de Dios, ¡la entera plenitud de la Deidad mora corporalmente en Jesús resucitado!.

Y ahora ese Espíritu ha sido derramado sobre toda la Humanidad. El Espíritu viene como Portador de esa humanidad glorificada de Cristo, en la cual la naturaleza humana ha alcanzado su suprema realización conforme a la voluntad del Creador. Él viene para que todo ser humano pueda participar del Segundo Hombre, para que todo ser humano pueda ser trasladado de la esfera de la vieja Creación a la esfera de la Nueva Creación. El Espíritu viene a poner a disposición del mundo la preciosa humanidad de Cristo con todas sus inabarcables riquezas, el verdadero pan del cielo para la vida del mundo.

El Espíritu Santo convence a los seres humanos de la ruina de su condición, de que todo lo que proviene de la vieja creación no tiene remedio, de que están muertos en sus delitos y pecados, conforme a la corriente de este mundo y al príncipe de este mundo, Satanás, que los ha cegado el entendimiento para que no les ilumine el resplandor de las Buenas Noticias de la gloria de Cristo, y de que, por tanto, les es necesario nacer de nuevo, nacer de lo alto.

Entonces todos los que son seducidos por estas Buenas Noticias y convencidos por el Espíritu Santo experimentan un cambio radical en sus mentes, aceptan el veredicto de Dios, empiezan a ver las cosas como Dios las ve, y abren sus corazones para recibir a Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios viviente, que murió por ellos, y fue resucitado de entre los muertos, bautizándose en agua como expresión de su identificación con Cristo en su muerte y en su resurrección. Y así todos los logros de Cristo comienzan a serles transferidos, comienzan a recibir y disfrutar todos los beneficios de la epopeya de Cristo: el fin de su antigua existencia y la inauguración de su nueva vida en Cristo.

Wowww!! Y pensar que esto es tan sólo un pequeño destello de la epopeya más grande de todos los tiempos...

(si quedaste con hambre, te animo a seguir saboreando, disfrutando y entrando en estas maravillas pinchando en 'El Nuevo Orden Mundial que viene', en este mismo blog)
P.F. Obed

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