Las dos claves para saber si uno se ha encontrado con el Dios vivo

"Tuve en mi alma una impresión que nunca antes había tenido. Era como si un Ser infinito y todopoderoso que conocía todo, lleno del más tierno interés por mí, me hiciera consciente de que se apiadaba de mí y me amaba. Mis ojos no veían a nadie, mis oídos no oían a nadie, pero tuve la certeza de que por primera vez estaba frente a Aquel a quien yo no conocía, es decir, frente a Dios mismo...

LA TERNURA Y LA EXQUISITA PLENITUD DE SU AMOR me llenaban poco a poco y me acercaban a Él mismo. Mientras tanto, LA LUZ, inseparable de su amor, me revelaba cuán opuesto había sido yo a todo lo que es luz y amor" (testimonio de G.V. Wigram).


La gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo (Jn 1:17)

No nos conocemos a nosotros mismos hasta que no nos encontramos con Dios. ¡Y gracias a Dios que es así! porque sin la convicción profunda del AMOR con que Dios nos ama, no soportaríamos la VERDAD acerca de nosotros mismos que pone al descubierto la luz de su Presencia. Dios es amor, y también Dios es luz. Y esas son precisamente dos experiencias clave cuando uno se encuentra con el Dios vivo: que a pesar de ser merecedores de la muerte por nuestra maldad, Dios nos ama tanto que envió a su propio Hijo para sustituirnos en el lugar del juicio, recibir nuestro justo castigo, y resucitarnos a una vida nueva, cubriendo con Su justicia nuestra desnudez y miseria, e introduciéndonos en la comunión con Dios. 

"Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros... cuando éramos enemigos (de Dios) fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (Rm 5:8-9).

La gracia (es decir, el amor de Dios hacia el ser humano caído) y la verdad (nuestra condición rebelde y caída iluminada por la presencia de Dios, de la cual nos convence el Espíritu Santo -Jn 16:8-11) son las experiencias iniciales con las que los pecadores son regenerados -nacidos de nuevo- para iniciar la larga y apasionante carrera de la vida en Cristo... si tenemos un corazón suficientemente humilde para aceptar el juicio y el amor de Dios revelados ambos en la cruz de Cristo. 

Si ya conoces experiencialmente el amor incondicional con que Dios te ama y tu propia maldad, es que tuviste una experiencia real de encuentro con el verdadero Dios viviente, y ahora estás en paz descansando en la obra de tu Salvador, Jesucristo, que te amó hasta morir por ti, para ser la Vida de tu vida.

Si no, atrévete a pedir a Dios de corazón que se te dé a conocer, a poco que le abras alguna rendijilla de tu corazón, un chorro de amor y de luz te inundará... y conocerás el gozo verdadero... y ya nunca serás el/la mismo/a.
P.F. Obed

Comentarios

Entradas populares