¿A qué llama 'iglesia' el Nuevo Testamento? (1)

 VOLVIENDO A LAS FUENTES

Yo viví un Tiempo en Orihuela, por donde pasa el río Segura, si es que a aquello se podía llamar 'río'. Las aguas eran negras, el olor horroroso, sobre todo en verano, con los mosquitos... Cada ciudad por la que el río pasa restaba caudal y añadía carga de contaminación, especialmente a su paso por Murcia. A medida que iba remontando ciudades, uno podía comprobar que el caudal del río era mayor y el color del agua mejor. El río no nace en Murcia, viene de Albacete. Pero tampoco nace en Albacete, sino en Jaén, cerca de Santiago-Pontones, donde nace cristalino el Segura. 


Ocurre algo similar con la historia de la Iglesia. Tan pronto como el río echó a correr, recibió merma y contaminación en cada estación histórica. Algo positivo se iba perdiendo, y algo negativo y extraño se iba añadiendo, resultando alterado y contaminado el conjunto. Muchos han sido movidos por Dios para tener el valor de mirar hacia las fuentes, iniciando un largo camino, y remontar el río corriente arriba. Muchas cotas se han alcanzado desde entonces. Algunos se conforman con estaciones intermedias, allí el agua es mucho más limpia y abundante, y el esfuerzo para llegar ha sido grande y penoso, ¿por qué no disfrutar lo conseguido?. Pero el Señor sigue buscando algunos que continúen la peregrinación, algunos que sigan buscando las fuentes, allí donde las cosas tienen el frescor y la hermosura de lo que acaba de salir de las manos de Dios. Ellos aman al Señor, el cual sigue buscando tener su Novia, y la lava y purifica para presentársela a sí mismo una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga (Ef 5,25-27).

Muchos piensan que la iglesia ha ido madurando, progresando, actualizándose con el paso del tiempo. Para ellos la Iglesia del Nuevo Testamento era rudimentaria. Los cambios que han venido después formarían parte de esa 'maduración-perfeccionamiento'. 

Nosotros participamos de otra visión: la Iglesia neotestamentaria, el conjunto las enseñanzas y prácticas de los apóstoles de Jesús, no era un esbozo al que se podían hacer modificaciones y añadidos, sino que es el modelo establecido por Dios . Y ya en los últimos escritos del Nuevo Testamento vemos que los apóstoles debieron luchar contra la tendencia a alejarse de la Iglesia que Jesús quería (y quiere). 

En las cartas que Jesús resucitado envía a través del apóstol Juan a las iglesias, aparece lo siguiente:

“Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te has arrepentido... El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” (Apocalipsis 2,4-5.29)

La imagen del candelero, que ilumina el entorno, es usada por la Escritura para referirse a la iglesia en cada localidad. Las iglesias locales se están alejando de 'las obras del principio', del 'amor del principio', y corren el riesgo de ser 'quitadas', de perder su posición.

El apóstol Juan fue el que más tiempo vivió, el Señor lo reservó para restaurar la vida de la iglesia cuando empezaba a decaer. Su mensaje era ya una llamada a volver a las fuentes:

'Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (pues la vida fue manifestada, y hemos visto y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con Su Hijo Jesucristo'... (1Juan 1,1-3)

'Porque éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros'. (1Juan 3,11)

Lo que era al principio, el amor que habían tenido al Señor y entre ellos, se había corrompido. Después del amor, la corrupción empezó a llegar a las doctrinas y las conductas. Empezaron a aparecer 'falsos hermanos', 'falsos apóstoles', 'falsos cristos'... 

Este proceso alcanzó un punto crítico durante el siglo IV, cuando se empezó a producir la unión de la iglesia y el imperio, la imposición de la fe, la entrada en las iglesias de personas no convertidas, la elaboración teológica de todos esos cambios... 'La Casa de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad' (1Tim 3,15) se fue convirtiendo en 'una casa grande' en la que hay de todo, y donde es necesario apartarse de iniquidad y limpiarse de ciertas cosas (2Tim 2,19-21). 

'MAS AL PRINCIPIO NO ERA ASÍ'' (Mt 19,8). 

Moisés había enseñado que, bajo ciertas condiciones, estaba permitido el divorcio. Pero Jesús les dijo que Moisés había consentido en eso 'por la dureza de sus corazones', más 'al principio no era así'; se remontó así a Génesis, a la creación del hombre y la mujer, cuando Dios expresó sus propósitos originales. 

Este principio sirve para cualquier asunto: siguiendo a Jesús, no nos interesan estaciones o autoridades intermedias, nos interesa buscar cómo son las cosas tal como las concibió Dios en su corazón desde antes de la fundación del mundo, cómo son las cosas de acuerdo a su Propósito original, cómo son tal y como salieron de sus manos, frescas y limpias. Si comparamos el estado actual de la cristiandad con la Iglesia que surgió de Pentecostés, no podemos sino avergonzarnos y reconocer cuán lejos estamos...

“...por la dureza de vuestro corazón... PERO AL PRINCIPIO NO ERA ASÍ.”

En el Antiguo Testamento hay una figura de la Iglesia: el Tabernáculo de reunión, donde Dios habitaba en medio de su pueblo. Dios mandó a Moisés construirlo dándole la siguiente advertencia: 'Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte' (Hb 8, 5). Moisés recibió de Dios, en la íntima comunicación que tuvo en el monte Sinaí, la visión del modelo, de los 
planos divinos para la construcción del Tabernáculo. Allí se detallan con abrumadora meticulosidad, el propósito, el diseño, mobiliario, el orden, los materiales, los edificadores, la consagración de los sacerdotes, sus actividades, sus vestiduras... hasta sus calzoncillos! He contado al menos diez veces la frase que Dios repite a Moisés: 'Haz todo conforme al modelo' (Ex 25, 9. 40; 26, 30; 27, 8; 31, 6.11; 36, 1; 39, 32. 42-43). 


¿Qué nos dice todo esto? Que Dios es muy celoso de la edificación de su Casa, que no ha dejado ningún detalle a nuestra iniciativa o imaginación humanas:

“Tú, hijo de hombre, muestra a la casa de Israel esta casa, y avergüéncense de sus pecados; y midan el diseño de ella. Y si se avergonzaren de todo lo que han hecho, hazles entender el diseño de la casa, su disposición, sus salidas y sus entradas, y todas sus formas, y todas sus descripciones, y todas sus configuraciones, y todas sus leyes; y descríbelo delante de sus ojos, para que guarden toda su forma y todas sus reglas, y las pongan por obra. Esta es la ley de la casa: Sobre la cumbre del monte, el recinto entero, todo en derredor, será santísimo. He aquí que esta es la ley de la casa”. (Ez 43, 10-12) 

La Iglesia existe en la mente de Dios desde antes de la fundación del mundo. Él la pensó y la diseño según su Voluntad en todos sus detalles, y nos llama a colaborar en su edificación siempre y cuando lo hagamos 'conforme al modelo', de lo contrario la nube de la gloria no bajará a habitar allí (Ex. 40), y quedará sólo un cascarón engañoso. Este modelo es el que se nos ha revelado en el conjunto de las enseñanzas y prácticas de Jesús y sus apóstoles, recogidas en el Nuevo Testamento.

Y esta es la llamada que hemos escuchado: ser fieles a Dios regresando al principio, al modelo revelado por Dios; volver al espíritu, las enseñanzas y las prácticas del Nuevo Testamento, en el cual reconocemos cómo es la Iglesia querida por Dios como Novia para su amado Hijo. Esta es la visión que queremos seguir y obedecer con la ayuda del Señor, y cosechando el trabajo que el Espíritu ha ido realizando a lo largo de la historia en otros hermanos y siervos de Dios.

Anhelamos conocer y experimentar la vida de la Iglesia tal y como existe en la mente de Dios, y que empezó a materializarse cuando Jesús resucitado derramó su Espíritu Santo sobre sus discípulos, cuando un destello del Mundo Venidero, el Reino de Dios, tomó cuerpo en esta tierra. Clamamos por un derramamiento del Espíritu como el de Pentecostés, especialmente en Novelda, nuestra ciudad, de modo que haga surgir también aquí la misma vida del principio: el milagro de la comunión y amor mutuo, la superación de todas las barreras que dividen a los hombres en un solo cuerpo, un nuevo orden social en medio de este mundo en el que los hombres viven unos para otros, cuidándose unos a otros, animándose a amar y a las buenas obras unos a otros diariamente; el saboreo, en resumen, de la vida en común bajo el gobierno y la soberanía de Jesucristo.

Era esa vida la que los convertía en sal de la tierra y luz del mundo, en ciudad sobre el monte que no se puede esconder (Mt 5,13-16); era por esa vida de amor mutuo que el mundo les reconocería como discípulos de Jesús (Jn 13,35); era por esa unidad producida por el Espíritu que el mundo podría creer (Jn 17,21) . Es cuando en la Iglesia de Jesucristo se materializan la unidad, la justicia y el gozo del Reino de Dios, y diariamente se ponen en práctica, que el mundo prestará atención a las Buenas Noticias del Evangelio: 'el Reinado de Dios está cerca'.

La luz de la Iglesia primitiva no fue más que un breve fulgor que iluminó el sendero de la humanidad. Sin embargo, el Espíritu que la creó no ha dejado de trabajar para restaurar y recuperar lo que se perdió. Él ha estado suscitando personas y grupos, avivamientos y reformas, aquí y allá. Y lo sigue haciendo hoy. Rogamos a Dios que nos permita recoger esa herencia y leer adecuadamente los signos de los tiempos, para no perdernos lo que su Espíritu está haciendo en nuestra época.

Termino mencionando algunas características que deben tener en cuenta aquellos que sientan esta misma llamada:

1. Deben pedir al Señor visión, revelación espiritual, del 'Modelo' divino. Comprendiendo que Dios no tiene otra cosa que revelarnos más que a su Hijo: Él es el Modelo. La Iglesia no es otra cosa que el Cuerpo de Cristo. Necesitamos conocer a Cristo como Contenido de la Iglesia (el Vino nuevo) y como Forma de la Iglesia (el Odre nuevo):

'Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino rompe los odres, y el vino se pierde, así como también los odres; sino que el vino nuevo se echa en odres nuevos' (Mc 2,22).

2. Deben orar igualmente para que la luz del Espíritu les ayude a identificar y rechazar los filtros y las tradiciones humanas con que leemos la Palabra de Dios. Una larga historia de infidelidades y fracasos nos han dejado como herencia un cristianismo enormemente distorsionado, mezclado con elementos 
extraños al mensaje de Jesús, y oscurecido por la conducta de las organizaciones religiosas que se llaman cristianas. Todo esto funciona como unas lentes que impiden una lectura objetiva de la Palabra de Dios:

“Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos...? Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres... Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición... invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas”. (Marcos 7,13)

3. Tomar el compromiso de no conformarse sólo con 'un agua más limpia', y de no abandonar la peregrinación en busca de la plenitud del Propósito de Dios. Hemos de estar dispuestos a 'salir' de 'los viejos odres', incluso de los nuevos vueltos a envejecer. El seguimiento de Jesús es una vida de éxodo permanente. Somos peregrinos y extranjeros en este mundo (Hb 11, 13), no tenemos aquí morada permanente, buscamos la civilización que está por venir (Hb 13, 14), la que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hb 11, 10). 

4. Tener un espíritu ancho para poder reconocer y recolectar el trabajo del Espíritu allí donde se haya dado o donde se esté dando. Hay que abandonar los prejuicios, recelos y sectarismos; no se miran ya etiquetas, si son católicos, protestantes, independientes, este o aquel movimiento de renovación... 'No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Sometedlo todo a prueba; retened lo bueno' (Tes 5,19-21). 'Probad los espíritus, si son de Dios' (1Jn 4,1). El Espíritu y la Escritura nos guían en ese discernimiento hacia la Iglesia del Señor.

5. Pedir a Dios espíritu de arrepentimiento, un derramamiento abundante y poderoso del Espíritu que levantó la Iglesia en Pentecostés. Necesitamos que Él nos muestre la Iglesia que Jesús quiere; que nos convenza de nuestros pecados, de nuestras 'tradiciones humanas', de nuestras rebeldías y desobediencia. Necesitamos que el Espíritu nos lave de todas nuestras basuras, nos avive y nos llene, arrase con las desviaciones y divisiones y nos reúna en torno a Jesús, y restaure la Iglesia 'conforme al Modelo', el Odre nuevo rebosante del Vino nuevo. Para que nuestros conciudadanos puedan encontrarse con Cristo cuando se encuentran con la Iglesia.


¡¡¡VEN, OH SANTO ESPÍRITU,

Y LEVANTA LA IGLESIA EN NOVELDA!!!

(Puedes poner el nombre de tu localidad en lugar de 'Novelda')
P.F. Obed

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