Como antorcha en lugar oscuro

A la hora de valorar y discernir asuntos y situaciones, y tomar decisiones en nuestra vida, ¿cuáles son criterios de referencia con los que funcionamos de hecho? ¿a dónde miramos para guiarnos en nuestra vida? ¿de dónde proceden esos criterios? ¿Cuál es la fuente de nuestros criterios de Valoración, de juicio, de discernimiento y decisión?

Sabemos que en el mundo, fuera de Cristo, funcionan varias fuentes, por ejemplo: la conveniencia personal, los gustos personales, las presiones sociales, el propio raciocinio, una ideología o filosofía, la corriente de pensamiento dominante, otra persona o personas influyentes, los medios de comunicación...

Por lo que a nosotros se refiere, es nuestra decisión reconocer como criterio supremo la Autoridad de Dios en Jesucristo, la cual se nos hace presente y patente mediante:

- el Espíritu Santo que habita en los creyentes genuinos, como individuos y como Iglesia;

- y las Sagradas Escrituras. 

Reconociendo su debido lugar al conocimiento humano y científico, que cuando son auténticos no pueden entrar en conflicto con la Revelación bíblica, aceptamos el juicio de Dios en la Escritura acerca de que los recursos de nuestra mente natural son limitados y ambiguos, sujetos a autoengaño, cargados de intereses creados, afectados por el Pecado, el cual es la decisión humana de vivir independientemente de Dios y su Palabra.

Reconocemos, pues, que 'muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo.' (Hebreos 1,1-2a). Confesamos a Jesucristo como el Verbo, la Palabra viviente de Dios, el cual estaba en el seno del Padre y vino para revelarnos al Dios que nadie ha visto jamás (Juan 1, 1.18).

NO RECONOCEMOS NINGUNA OTRA AUTORIDAD FUERA DE JESUCRISTO PARA CONOCER A DIOS Y EL PUNTO DE VISTA DE DIOS ACERCA DE TODAS LAS COSAS.

Creemos que Jesucristo, muerto, resucitado y ascendido, derramó el El Espíritu Santo sobre los creyentes, el cual mora en nosotros, nos enseña interiormente acerca de todas las cosas, y nos guía a toda verdad (Juan 14,25-26; 1Juan 2,20-27).

Motivados por la Fe de Jesucristo, acatamos el Texto de las Sagradas Escrituras como inspiradas divinamente, como sopladas por el aliento de Dios a través de hombres en nada anulados ni disminuidos, pero plenamente usados para consignar por escrito, sin error, la Revelación Divina. Reconocemos en las Sagradas Escrituras del Antiguo y el Nuevo Testamento, el registro escrito, inspirado y válido de la Revelación de Dios, la norma acerca de los que Dios nos ha manifestado acerca de sí mismo, de sus propósitos, del mundo y del ser humano

'...desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. TODA ESCRITURA ES INSPIRADA POR DIOS y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra'. (“Timoteo 3,16-17) 

Como Jesucristo creyó que las Escrituras del Antiguo Testamento eran inspiradas por Dios y no podían equivocarse, también nosotros lo creemos. Del mismo modo, también creemos que el Espíritu de Jesucristo resucitado inspiró a los escritores de los libros del Nuevo Testamento.

'Por cuanto muchos han tratado de compilar una historia de las cosas que entre nosotros son muy ciertas, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, también a mí me ha parecido conveniente, después de haberlo investigado todo con diligencia desde el principio, escribírtelas ordenadamente, excelentísimo Teófilo, para que sepas la verdad precisa acerca de las cosas que te han sido enseñadas'. (Lucas 1,1-4) 

Así que aceptamos como cierto y fidedigno el testimonio de aquellos 'testigos oculares', que acompañaron a Jesús durante sus años públicos en la tierra, y fueron instruidos por Él después de su resurrección, el cual abrió sus mentes para comprender las Escrituras, para comprender cómo la totalidad de las cuales dan testimonio de Él. Aceptamos el testimonio de aquellos que testificaron 'de lo que habían visto y oído, lo que palparon su manos', y que fue recogido en los escritos del Nuevo Testamento.

Creemos que la Biblia no es palabra meramente humana, es Palabra de Dios en palabras humanas; creemos que el Espíritu del Dios vivo y verdadero ha guiado la experiencia del Pueblo de Dios y el proceso de elaboración de la Escritura, y ha inspirado su fijación por escrito y la selección de sus libros; creemos que es 'Palabra de Dios' viva y permanente, en el sentido real y fuerte, y por tanto, el registro normativo para todos en todos los tiempos de la autorrevelación de Dios en Cristo; creemos que el mismo Espíritu que la inspiró abre su significado a quienes se acercan a ella con sencillez de corazón... Coherentemente con todo ello, reconocemos en la Biblia la Autoridad única y suficiente de Dios a cuyo juicio someter humilde y obedientemente nuestro pensar, nuestro sentir, nuestro hacer, nuestro vivir entero 

“Así que no dejamos de dar gracias a Dios, porque al oír vosotros la palabra de Dios que os
predicamos, la aceptasteis no como palabra humana sino como lo que realmente es,
Palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes”. 
(1Tes. 2, 13)

En medio de la oscuridad del mundo, reconocemos y experimentamos la Palabra de Dios como antorcha para nuestro caminar y luz en nuestro sendero (Sal 119,105). La Palabra de Dios en sus dos dimensiones: 

- por un lado, la Palabra de Dios 'fuera de nosotros' ('logos'), es decir, la Biblia: el testimonio de la 'Ley y los Profetas' y de la iglesia apostólica, registrado en las Escrituras;

- y por otro, la Palabra de Dios dentro de nosotros ('rhema'): la revelación del Padre, la presencia de Jesús resucitado, Palabra de Dios hecha carne, morando dentro de nosotros; la Unción (1Jn 2, 20.27), la guía del Espíritu de la Verdad (Jn 14,16-17. 26). Ambas concuerdan siempre, pues el Espíritu que enseña internamente a los creyentes, es el mismo que inspiró las Escrituras. 




Y es el Espíritu mismo de Cristo el que interpreta las Escrituras; es él quien ha generado sus propios conceptos y significados, por eso el testimonio bíblico debe ser interpretado desde sus propios conceptos. La Palabra de Dios es el criterio único y suficiente para interpretarse a sí misma.

No siempre ocurre esto entre los cristianos y las iglesias mismas. Cristianos, teólogos y autoridades eclesiásticas, a menudo introducen instancias ajenas a la Escritura, por medio de las cuales esta es interpretada: presupuestos filosóficos, prácticas establecidas, 'tradiciones de los hombres' (Marcos 7,5-13).., de esta manera se rechaza de hecho la Palabra de Dios como criterio supremo.

Como escribe un hermano amado, 'la misma Iglesia no tiene autoridad sobre las Escrituras para cambiarlas, omitir alguna de sus partes, o hacerlas decir algo diferente de lo que por sí mismas dicen; es el Espíritu Santo el que tiene Autoridad sobre la Iglesia y le impone las Sagradas Escrituras, enseñándole con ellas, para que ella testifique al mundo. Y cuando la Iglesia obedece al Espíritu de Cristo que enseña con la Escritura, es guiada a toda verdad. La autoridad de la Iglesia descansa, pues, en la medida en que ella esté bajo la autoridad del Espíritu que le enseña con las Escrituras y las establece; asimismo, la autoridad de la 'tradición' descansa en la medida en que tal tradición sea fiel al Espíritu que enseña con las Escrituras y las establece. La Iglesia no tiene ninguna autoridad inherente en sí misma que sea independiente del Espíritu y de las Escrituras'.

Pero el centro de nuestra fe no es la Biblia, sino Jesús. No adoramos un libro. Nosotros adoramos únicamente a Jesucristo, Palabra viviente de Dios. La Biblia está escrita para dirigirnos a Él:

'Examináis las Escrituras porque pensáis que en ellas tenéis vida eterna;
y ellas son las que dan testimonio de mí.
Y no queréis venir a mí para que podáis tener vida eterna' 
(Jn 5, 39-40)

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Puesto que realmente aceptamos la Biblia como Palabra de Dios, no se nos ocurrirá acudir a recursos meramente humanos para interpretarla, sería absurdo. ¿Qué dice la Palabra de Dios sobre cómo interpretarla? Entresaquemos algunos principios elementales:

- los que la transmitieron y escribieron lo hicieron en base a la inspiración del Espíritu de Dios (2Tim 3:16; 2Pe 1, 19-21) y/o lo que vieron con sus propios ojos (2Pe 1, 16-18; 1Jn 1, 1-3; Gal 1, 15-16), y es bajo esa misma guía del Espíritu que debe interpretarse, sin separarla del Espíritu que la vivifica, actualiza e interpreta para que no se convierta en letra muerta (Jn 14, 16-18.26; 15, 26); no caben interpretaciones privadas, personales, por cuenta propia (2Pe 1, 20-21);

- el Espíritu Santo nunca va a decir cosas nuevas o diferentes a lo que dijo Cristo (Jn 16, 13-15), sino explicitar todas las riquezas que están en Cristo;

- toda verdad bíblica ha de situarse e interpretarse en el conjunto/contexto de toda la Escritura (y todo versículo en su contexto). La verdad bíblica está en la suma de toda ella (sal. 119, 160), en el plan íntegro de Dios (Hch 20, 27). Ninguna verdad puede aislarse del conjunto; 

- el Antiguo Testamento se lee desde el Nuevo, pues aquel es figura y profecía de este, y el Nuevo es cumplimiento y plenitud de aquel (ver en los evangelios la expresión 'para que se cumpliesen las Escrituras; todo el libro de Hebreos habla también de esto);

- toda la Escritura apunta a Cristo (Jn 5, 39; Lc 24, 27; Hb) y desde Él como centro se interpreta;

- las cartas y los evangelios no pueden contradecirse, pues las inspira el mismo Espíritu;

- no está sujeta a la transitoriedad, es permanente (Mt 5, 17-19; 1P3 1, 23-25);

- no debe alterarse su integridad (Dt 4,2; Mc 7, 9; Jn 10, 35; 2Cor 2, 17; 2Pe 3, 15-18; Ap 22, 18); quien conoce a Dios sabe que de él sólo procede el bien, por eso cuando tropezamos con algo que hiere nuestra sensibilidad hemos de pensar que todavía no lo comprendemos bien, que los caminos de Dios son más altos que nuestros caminos; 

- es el arma cristiana por excelencia contra el error (Mt 4, 4.7.10; Hb 4, 12-13; 2Cor 10, 3-5; Ef 6, 13-18);

- no aprovecha sin una actitud de fe y obediencia (Mt 7, 21-27; Mc 4, 2-20; Hb 4, 2); la Palabra de Dios se cierra ante los que dudan de ella, ante los que echan a correr tan pronto como tropiezan con algo que no entienden sus orgullosas cabecitas, que trastorna sus esquemas, que denuncia su comportamiento. Sólo a los que se humillan, a los que tienen la valentía de permanecer cara a cara ante ella -aún cuando no entienden-, dejándose confrontar por ella, dispuestos a despojarse de sus propios juicios y prejuicios y de sí mismos, dispuestos a obedecer... sólo a estos la Palabra de Dios entrega su verdad y sus profundidades, sólo para estos es efectivamente Palabra de Vida. Ella tiene su dignidad, no se entrega a cualquiera.

- sólo la obediencia a la Palabra da un verdadero conocimiento de la misma (St 1, 21-25; 1Jn 2, 3-6); 

- por estar la Palabra de Dios 'encarnada' en palabra humanas, nos interesa mucho conocer lo más exactamente posible qué quisieron decir los autores humanos, para lo cual es muy provechoso el estudio del contexto histórico y cultural de los escritos, los géneros literarios que usaban y las formas de expresarse, las lenguas originales... 

- la Escritura fue dada al Pueblo de Dios, y es el seno de la comunidad cristiana que encuentra el contexto y clima adecuado para su interpretación; una comunidad cristiana que respete los criterios anteriores; que se considere discípula, y no maestra de la Palabra.

¡¡Damos muchas gracias a Dios por la Biblia, 

el libro de los libros,
que por el Espíritu nos conduce y enseña a Cristo,
la Palabra de Vida,
los inmensos tesoros y bendiciones que Él contiene;
nos revela la intimidad y propósitos de Dios,
el sentido del mundo,
y la naturaleza y destino del ser humano!!

¡¡Dios nos guíe a todos y a cada iglesia local
a someternos a la autoridad de su Palabra en toda nuestra vida!!
P.F. Obed

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