Venir al Señor para tener vida

 “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Tim. 3:16), es decir “que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (21 Ped. 1:21.). La Biblia juega un papel crucial en nuestra vida cristiana desde el día en que nacimos de nuevo, hasta que finalice nuestra vida en la tierra:
1. La Palabra de Dios nos regenera
Nuestra vida cristiana tuvo su comienzo cuando oímos la “la Palabra de verdad” (Efe. 1:13.) Creímos en el Señor Jesucristo, lo recibimos como nuestro Salvador personal y fuimos “renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 Ped. 1:23.)
2. La Palabra nos nutre
Cuando nos convertimos en hijos de Dios, recibimos la leche espiritual de la Palabra para crecer para la salvación (1 Ped. 2:2.) En ella encontramos la leche espiritual y a continuación podemos recibir el alimento sólido (Heb. 5:12-14.)
3. La Palabra nos alumbra
Cuando la leemos regularmente, podemos decir como el salmista: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105.) “La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples” (Sal. 119:130.) Gracias a ella podemos seguir por el buen camino y no perdernos.
4. La Palabra nos revela la Persona de Cristo
Las Escrituras nos revelan en primer lugar la Persona de Jesucristo: “ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39.) Encontramos en el Antiguo Testamento innumerables profecías relacionadas con Cristo y muchas y ricas imágenes y símbolos de Su Persona: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Luc. 24:27.) El Nuevo Testamento nos revela la preciosa Persona de Cristo y nos revela como puede vivir en nosotros y expresarse a través de nosotros en nuestra vida diaria (Gal. 1:16; 2:20; 4:19; 2 Cor. 3:16-17.)

La Biblia, contrariamente a lo que podamos pensar, no es un libro reservado para una élite, tampoco es necesario acudir a un seminario teológico o efectuar estudios superiores para poder leerla. No, la Biblia está destinada a todo el mundo. Todos nosotros tenemos derecho a leerla con el fin de beneficiarnos de ella. No debemos tenerle miedo, porque LA META DE ESTE LIBRO ES CONDUCIRNOS A UN CONOCIMIENTO MÁS PROFUNDO DEL SEÑOR. Aunque algunos pasajes puedan parecernos difíciles de entender, no nos desanimemos, prosigamos leyéndola. La Biblia misma nos dice que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:4.) Tenemos que leer la Biblia si queremos conocer la verdad, porque Su Palabra es verdad (Juan 17:17.)

“Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo,
nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido”
(1 Timoteo 4:6)

Ahora que hemos visto la importancia de leer la Biblia con regularidad, nos tenemos que concentrar en UN PRINCIPIO FUNDAMENTAL: CADA VEZ QUE LEAMOS LA PALABRA, ACERQUÉMONOS AL SEÑOR PARA OBTENER VIDA. No seamos como aquellos fariseos a los que el Señor les tuvo que decir: “Escudriñad (o escudriñáis) las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:39-40.) No olvidemos que el Señor se presenta como “el pan de la vida” (Juan 6:48) y dice: “el que me come, él también vivirá por mí” (Juan 6:57.) Los discípulos del Señor no tenían que comer Su carne, sino que se tenían que alimentar de Sus palabras: “las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63.)

Así que el escudriñar las Escrituras no es bastante. ¡Es preciso alimentarse! Se puede ser un experto en la fabricación del pan y no comerlo. Los fariseos, de acuerdo a las Escrituras, sabían donde debía nacer el Mesías (Miq. 5:1), pero no fueron a Belén para adorarle. Se puede tener un gran conocimiento teológico y no obstante no venir a Jesús para tener vida. Porque este conocimiento jamás podrá reemplazar al Espíritu y a la vida. Las mejores recetas de cocina, ni el mejor menú, podrán reemplazar a la comida misma. ¡Jesús es el pan de la vida! Nuestra vida diaria sólo cambiará si estamos“nutridos” con la sana Palabra, Jesucristo mismo. Si no lo hacemos, nuestro conocimiento bíblico no influenciará nada nuestro caminar cristiano práctico.

Cuando leamos la Palabra, será crucial que nos acerquemos al Señor por medio de la oración. Aprendamos a mezclar la lectura con la oración. Cuando frotamos un fósforo con la parte rugosa de la caja, arde; igualmente cuando mezclamos la oración y la lectura de la Palabra, se enciende una llama que nos alumbra y recibimos el Espíritu y la vida que se encuentran en ella. A lo largo de los siglos pasados, muchos cristianos han descubierto que la mejor manera de alimentarse con la Palabra, es leerla haciéndolo “en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia” (Efe. 6:18-18).

Abrámonos al Señor antes de comenzar a leer la Biblia y pidámosle que nos hable, luego leamos con atención la Palabra manteniéndonos abiertos a Él. Entonces seremos tocados y nutridos por ella.

(De meditaciones diarias, Ediciones 'Le Fleuve de vie'; traducido por Miguel Román)

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