El mensaje del Evangelio

El mensaje del Evangelio no proclama ideas, o alguna filosofía de vida, o una mística... Proclama a una persona, sus hechos y el profundo significado salvífico que ambas cosas tienen para la Humanidad. Una persona y unos hechos que trascienden nuestra Historia, pero que forman parte de ella y la determinan radicalmente.
Se trata de las Buenas Noticias acerca de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios manifestado como verdadero hombre, que vino a habitar entre nosotros.

Pasó por esta tierra haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo.  

Él vino del cielo para revelar cabalmente, de primera mano, quién es Dios, cuál es su carácter, su verdad y sus propósitos; y para expiar nuestros pecados por medio de su muerte sustitutoria: sufrió en nuestro lugar el justo castigo que merecen nuestros pecados

Fue sepultado y descendió al lugar de los muertos para proclamar allí su victoria a todos los que desde antiguo esperaban la venida del Salvador. 

Al tercer día fue levantado de entre los muertos y ascendió a los cielos para recibir de Dios el Padre todo el poder y autoridad como Señor, Rey y Juez de vivos y muertos, para establecer el Reino de Dios en la tierra:
- primero en la era presente por medio de su Espíritu sobre los que creen y se someten a su gobierno voluntariamente, formando así su Pueblo, su Asamblea o Iglesia;
- luego, en breve, volverá en gloria y poder para juzgar al mundo y establecer visiblemente su Reino sobre toda la Tierra.

Todos aquellos que creen estas Buenas Noticias reciben el perdón de sus pecados, son reconciliados con Dios, librados de la ira venidera, re-generados (nacidos de nuevo) para participar de la naturaleza y la Vida divinas al recibir el Espíritu de Cristo, in-corporados a Cristo como hijos y familia de Dios, y hechos colaboradores de Dios para la extensión de su Reino.

Aquellos que rechazan a Jesucristo y su salvación, se ratifican en su condenación, porque habiendo entregado a su propio Hijo, Dios ya no tiene nada más que pueda hacer para salvarlos de su justa condenación por sus pecados y su rebelión.


Así como el mensaje del Evangelio no habla de vaguedades, la respuesta que Dios demanda tampoco es difusa, sino específica:

  • "¡Arrepentíos...!", es decir, cambiar completamente nuestra manera de pensar para reconocer, aborrecer y confesar nuestros incontables pecados; aceptar el veredicto de Dios sobre nuestras vidas: que hemos vivido de espaldas a Dios, que hemos sido desobedientes y rebeldes a nuestro Creador, quebrantando sus leyes, sirviendo falsos dioses en lugar de amar a Dios sobre todas las cosas, mintiendo, defraudando, engañando, codiciando, comentiendo inmoralidad sexual, dañando al prójimo en múltiples formas...

"Por eso, aunque antes Dios pasó por alto los tiempos de la ignorancia, en este tiempo manda a todos los hombres, en todos los lugares, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el que ha de juzgar al mundo con justicia por medio del Hombre a quien ha designado, dando fe de ello a todos, al resucitarle de entre los muertos" (Hechos 17:30-31).

El arrentimiento sincero es una 'conversión': dar un giro de 180 grados a nuestra vida, abandonando nuestros ídolos, para volvernos a Dios.
 

  • "....y creed en el Evangelio", es dedir, creer a Dios que ha mandado proclamarlo, creer el testimonio que ha dado acerca de Su Hijo Jesús y el significado de su muerte y resurrección, y consecuentemente, decidir sujetar toda nuestra vida a su gobierno: "si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y si crees en tu corazón que Dios le levantó de entre los muertos, serás salvo".

  •  "y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo". Por el bautismo descendemos a las aguas para ratificar que nuestra fe es genuina identificándonos con Jesucristo muerto y resucitado. Así declaramos que Dios tiene razón: nuestro viejo yo debe morir y ser sepultado, para resucitar con Cristo a una vida nueva.

Después, mediante la imposición de manos, aceptamos nuestro lugar en el Cuerpo de Cristo, bajo Jesucristo como Cabeza, recibiendo el maravilloso don del Espíritu Santo.

Estos son los primeros pasos de la vida cristiana genuina. Sólo el principio. El principio de un camino que asciende durante toda la vida hacia la plena identificación con Cristo, y cuyos horizontes se pierden en la eternidad...


Finalmente, Dios quiere que por el Evangelio sea anunciado a todo mortal que habrá resurrección de todos los muertos y un juicio en el que se decidirá su destino eterno de acuerdo a sus hechos.

Muchos se engañan a sí mismos pensando "comamos, bebamos, disfrutemos, ¡carpe diem, que mañana moriremos!", "el muerto al hoyo y el vivo al bollo"... Pero la verdad revelada por Dios por medio de los profetas y por Jesús es que todos los muertos serán levantados del polvo para ser juzgados por Dios y recibir retribución conforme a sus hechos: "...Está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después el juicio" (Hebreos 9:27).

Pero no será igual para todos. Aquellos que a la luz del Evangelio de Dios se juzgan HOY a sí mismos, reconociendo y confesando sus pecados, y recibiendo el don de la justicia por medio de la fe en Jesús, no tendrán que comparecer ya en aquel juicio final, y participarán en 'la primera resurrección', que es una resurrección de vida, para disfrutar de la Vida eterna en la comunión del Dios triuno por toda la eternidad. Cuando reciben a Cristo son inscritos en el Libro de la Vida. Esta es la esperanza del Evangelio, que ilumina el horizonte de los que reciben la salvación.

Pero aquellos que no se juzgan hoy a sí mismos a la luz del Evangelio, serán reservados para una segunda resurrección, que será de condenación, después de comparecer ante Cristo en el gran Trono blanco del juicio:

"Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él, de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar fue hallado para ellos. Vi también a los muertos, grandes y pequeños, que estaban de pie delante del trono, y los libros fueron abiertos. Y otro libro fue abierto, que es el Libro de la Vida. Y los muertos fueron juzgados a base de las cosas escritas en los libros, de acuerdo a sus obras. Y el mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades entregaron los muertos que estaban en ellos; y fueron juzgados, cada uno según sus obras.
Y la Muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda, el lago de fuego. Y el que no fue hallado inscrito en el Libro de la Vida fue lanzado al lago de fuego"
(Apocalipsis 20:11-15).

¡No es cierto que nadie haya vuelto del otro lado para contárnoslo! ¡¡Dios mismo hecho hombre vino a contárnoslo, y prevenirnos, y morir por nosotros para abrirnos el Camino a la Vida!!. Él enseñó claramente acerca de todas estas cosas, nadie tendrá excusa:

"Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que todo el juicio lo dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. »De cierto, de cierto os digo que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna; el tal no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo que viene la hora y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oyen vivirán ((hasta aquí habla del nuevo nacimiento)).
Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en sí mismo. Y también le dio autoridad para hacer juicio, porque él es el Hijo del Hombre. No os asombréis de esto, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán, los que hicieron el bien para la resurrección de vida ((la primera resurrección)), pero los que practicaron el mal para la resurrección de condenación ((la segunda resurrección))" (Juan 5:21-29).

Así que, si puedes escuchar hoy la voz de Dios, no endurezcas tu corazón:

"Llamo hoy por testigos contra vosotros a los cielos y a la tierra, de que he puesto delante de vosotros la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas..." (Deuteronomio 30:19).
 


P.F. Obed

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