Qué significa ser cristiano


QUÉ SIGNIFICA SER CRISTIANO
(aproximación al misterio de identidad cristiana)

¿Qué hace que uno sea cristiano? ¿En qué consiste la identidad cristiana? ¿Da la Palabra de Dios criterios para reconocer la genuina identidad cristiana?
Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos.
¿O no os conocéis a vosotros mismos, QUE JESUCRISTO ESTÁ EN VOSOTROS,
a menos que estéis reprobados?” (2Cor 13,5)

Por lo que decía el apóstol Pablo a los cristianos de Corinto, debe ser posible examinarse uno a sí mismo para ver si está en la fe (cristiana). Y nos da una descripción clave acerca de lo que significa ser cristiano: uno es cristiano si Jesús, el Cristo, está EN ÉL. Consideremos, de la mano de la Palabra de Dios, algunas cosas para ayudarnos a comprender la profundidad e implicaciones de esta sencilla afirmación. Ni mucho menos pretendemos agotar el tema, sino apenas introducir algunas claves básicas.

Al principio no se llamaba 'cristianismo', se llamaba 'el Camino de salvación', 'el Camino del Señor', 'el Camino de Dios', o simplemente, 'El Camino' (Hch 9:2; 16:17; 18:25-26; 19:9.23; 22:4; 24:14; 24:22), y a los seguidores de Jesús: 'los del Camino' (y como vamos a ver, la identidad cristiana es realmente un camino, un proceso, que dura toda la vida), pero enseguida A los discípulos (de Jesús) se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hch 11,26b).

'Cristiano' significa 'seguidor del Cristo'. 'Cristo' es la traducción griega el hebreo 'Mesías', y significa 'el Ungido', es decir, el Rey escogido por Dios para gobernar el mundo, empezando por su Pueblo escogido.

Jesús apareció en Israel anunciando las Buenas Noticias (=Evangelio): Cambiad radicalmente la dirección de vuestra vida, el Reinado de Dios (por medio de su Cristo) se ha acercado a vosotros (Mc 1:15). Algunos le creyeron y le siguieron, convirtiéndose en 'discípulos' suyos. Los discípulos tenían como prioridad en su vida seguir a su Maestro, tras sus mismos pasos, aprendiendo de sus enseñanzas y de su ejemplo para vivir una vida como la suya.

Un día Jesús preguntó a sus discípulos acerca de su identidad:
Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a Sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o uno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús y dijo: Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos”. (Mt 16,13-17)

He aquí la revelación crucial dada por Dios el Padre: el hombre JESÚS DE NAZARET ES EL REY DE DIOS, y más aún, EL HIJO DEL DIOS VIVIENTE. Ser 'cristiano', pues, significa:
- ser discípulo y seguidor de Jesús de Nazaret, al cual se le reconoce y confiesa como el Rey puesto por Dios para gobernar,
- y como el mismo Hijo del Dios viviente.

Tenemos pues a un Reino, un Rey y un Pueblo. Dios, el Padre, tiene un pueblo, sobre el cual ha puesto por Rey a su propio Hijo. Un cristiano es un miembro del Pueblo de Dios, el pueblo formado por los que YA se someten, voluntariamente, al gobierno de Jesús, el Rey, el Hijo de Dios (cuando Cristo vuelva todos deberán someterse a Él quieran o no quieran). Un cristiano es uno que permite a Cristo reinar sobre su vida entera: en su vida privada, matrimonial, familiar, en su trabajo, su tiempo libre, su economía, sus relaciones sociales...

Pero avancemos un poco más. ¿Cómo se hace uno cristiano? ¿Cómo entra uno en ese pueblo, en ese Reino donde el Hijo de Dios gobierna? Cuando Jesús anunciaba la llegada del Reinado de Dios decía primero: ¡'Arrepentíos'!.
Los términos griegos que se traducen con 'arrepentimiento o conversión' son dos:
- 'epistrofe': significa volver, dar media vuelta, para caminar en la dirección opuesta
- 'metanoeo': significa cambiar la manera de pensar totalmente.

Un cristiano, pues, es alguien que ha sufrido un cambio radical en toda su manera de pensar y caminar (=vivir). Convencido por el anuncio del Evangelio, ha dado media vuelta, abandonando la vida anterior, y empezando de nuevo a las órdenes de Jesús. Eso es arrepentirse. La Palabra de Dios da por hecho que la vida y el camino con que partimos cada ser humano es inservible para el Reino, no está capacitada para vivir en él:
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo: El que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo: El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn 3,3-6).

Ser cristiano es uno que ha nacido de nuevo, que ha recibido una nueva vida. Oh, querido lector, hacerse cristiano no es una cuestión de ideas o de mejoramiento moral, lo que es nacido de la carne no nos hace aptos para ser cristianos. Adán desobedeció a Dios y nos legó una naturaleza corrompida, rebelde a Dios. Si somos sinceros lo reconoceremos. Lo viejo debe morir, para renacer del agua (= la Palabra de Dios -1Pe 1,23-) y el Espíritu. El Espíritu es derramado en el creyente, el cual trae consigo una nueva naturaleza, una nueva vida: la Vida divina, que es Cristo mismo:
Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna. (1Jn 5,11-13). Por eso “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él” (Rm 8:9).

En realidad hay un sólo 'cristiano': Cristo. Él es la Vida Eterna, y aquellos que creen en el Nombre (= identidad) del Hijo de Dios, aquellos que han creído que Él es el Rey y el Hijo de Dios, reciben la naturaleza y la Vida divina, que les convierte en 'hijos de Dios': Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su Nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de Voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. (Jn 1,12-13). En el Reino de Dios el Rey no sólo está 'sobre' sus súbditos, sino 'en' ellos. Ser cristiano es tener a Jesús, el Hijo de Dios, como Rey, y como Vida propia; es tener el Espíritu de Cristo.

Así pues, la puerta de entrada a la vida cristiana es LA FE, la fe en la identidad de Jesús hombre como el Rey de Dios y el Hijo de Dios, el cual murió en la cruz para pagar en nuestro lugar el justo castigo por todos los pecados de toda la Humanidad, fue levantado de entre los muertos por el Padre, y constituido KYRIOS': 'SEÑOR'. ‘Kyrios’ es la traducción griega (de la traducción llamada 'de los setenta' que usaban Jesús y los apóstoles) para traducir los términos con que el Antiguo Testamento hebreo se refería a Yahvé-Dios. Jesús, en cuanto hombre, recibía EL NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE: “(Cristo Jesús) existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por lo cual también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre que JESUCRISTO ES SEÑOR” (Flp 2:6-11). Curiosamente, 'kyrios' es el mismo término que usaban los emperadores para sí mismos en sus pretensiones de autodivinización, por lo que cuando los primeros cristianos proclamaban en pleno imperio romano 'JESÚS ES KYRIOS', estaban desafiando al Imperio y las pretensiones imperiales de colocarse en el lugar de Dios.

Todo esto está implicado en “...la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y si crees en tu corazón que Dios le levantó de entre los muertos, serás salvo” (Rm 10:8-9). Cristiano, pues, es alguien que ha sido salvo por su confesión pública del señorío de Jesús y la fe de corazón en su muerte expiatoria y su resurrección.

Ahora debería tener mucho más significado para nosotros lo que nos decía Pablo al principio: cristiano es uno que tiene a Cristo en él. Y siendo estas cosas así, debería quedar claro que EL CRISTIANISMO NO ES UNA DOCTRINA O IDEOLOGÍA, NI UN SISTEMA MORAL O RITUAL, NI UNA INSTITUCIÓN U ORGANIZACIÓN, EL CRISTIANISMO ES 'CRISTO EN LOS CREYENTES'. Es cierto que en el cristianismo hay implicados una doctrina, una moral, y ciertas prácticas y elementos de estructuración comunitaria, pero todo ello no es nada separado de su Centro Central: la Persona y la Obra de Jesús, el Rey, morando en los creyentes. Todo lo demás se desprende de ahí, y de ahí recibe su sentido y vitalidad.

¡Y es que recibir a Jesús el Rey por la fe es sólo el principio! El principio de un proceso que dura toda la vida, y que tiene un objetivo glorioso: Dios destinó a los creyentes desde la eternidad para SER HECHOS CONFORME A LA IMAGEN DE SU HIJO (Rm 8,29), es decir, Dios desea que los rasgos de su Hijo sean reproducidos en cada creyente (individual y colectivamente), de manera que seamos semejantes a Él. Y debido a la constitución tripartita del ser humano (1Tes 5:23), la transformación se realiza de una manera progresiva: por nuestra fe en Jesús, el viene a morar en su Espíritu a nuestro espíritu, el centro más íntimo de nuestro ser, para desde allí ir transformando el resto de nuestro ser: nuestra alma, con su mente, su voluntad y sus emociones, y cuando Él vuelva será transformado incluso nuestro cuerpo, a imagen de su cuerpo resucitado y glorioso (Rm 8,11.23), y juntamente con la resurrección de nuestros cuerpos, también toda la Creación será redimida (Rm 8:19-23). Así pues, cristiano es uno que ha recibido por la fe a Jesús, el Rey, el Hijo de Dios, como Vida propia, para EMPEZAR a ser transformado totalmente a imagen suya. (Para completar esto, ver explicación gráfica en:
http://laiglesiaennovelda.blogspot.com/2010/06/un-mensaje-urgente.html)

Las consecuencias y manifestaciones de esto son inmensas. Termino mencionando brevemente al menos tres de ellas.
Primera: lo que un recién nacido busca desesperadamente es la leche de la madre, el alimento. El cristiano que ha nacido de nuevo busca instintivamente alimentarse de Cristo, el 'Pan de Vida' (Jn 6,32-59), y comer de Él, devorar sus palabras que son 'espíritu y vida' (Jn 6,63). Lo natural es que un cristiano busca nutrirse de su Señor buscando sus palabras en la Escritura y comunicándose con Él en la oración. Si no, es que algo anda mal.

Segunda: la Vida de Cristo es una Vida compartida en comunión, con el Padre y el Espíritu, por tanto todos los que tienen a Cristo, compartiendo su misma Vida, forman un solo Cuerpo con Él:
Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo,
y todos miembros los unos de los otros”. (Rm 12,5)

Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo". (1Cor 12,12)

Y esto comporta otra señal de que uno ha nacido de nuevo, y tiene el Espíritu de Cristo, y es cristiano: experimenta un amor especial respecto a los que comparten la misma Vida de Cristo, pues son sus hermanos de una manera radicalmente nueva. Un cristiano es un miembro del Cuerpo de Cristo, uno que ama entrañablemente a sus hermanos en Cristo. Y no de una manera abstracta, sino mirando por sus necesidades materiales y por su salud espiritual, en una comunión efectiva:
Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte. Todo aquel que odia a su hermano es homicida, y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciendo en él. En esto hemos conocido el amor: en que él puso su vida por nosotros. También nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve que su hermano padece necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo morará el amor de Dios en él? Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y de verdad. En esto sabremos que somos de la verdad y tendremos nuestros corazones confiados delante de él (1Jn 3,14-19).

El Cuerpo de Cristo es la Iglesia. Pero la Iglesia no es una institución u organización humana, es una realidad viva, el pueblo o la nación gobernada por Cristo, la 'ekklesia' (asamblea) del Dios viviente (1Tim 3:15), de los que han sido bautizados (sumergidos) por el Espíritu en un mismo Cuerpo (1Cor 12-13).

Tercera: cuando Cristo mora dentro de uno, EMPIEZA a manifestar en su vida la naturaleza y el carácter de la Vida de Cristo. La justicia de Cristo, es decir, su manera de vivir justa de acuerdo al querer de Dios, pasa a ser la justicia del cristiano en el que habita. En realidad Cristo mismo, que es la justicia y la santidad personificadas, pasa a ser la justicia y la santidad del cristiano (1Cor 1,30). Todo lo que Cristo es y logró en su perfecta humanidad, pasa al cristiano, está a su disposición, para que con la ayuda del Espíritu se lo vaya apropiando progresivamente en su experiencia.

En el llamado 'Sermón del Monte' (Mt 5-7), Jesús expone la Carta Magna del Reino de Dios; es uno de los lugares de la Escritura donde se describen los rasgos de la vida 'cristiana' en el Reino de Dios, que son los rasgos de Cristo mismo. Pongamos algunos ejemplos de las manifestaciones de la Vida Divina, que es Cristo, cuando habita en nosotros:
- la adoración del Dios vivo y verdadero expresada en una vida de obediencia a su Voluntad y sus mandatos (Mt 7,21-29; 12,50; Jn 4,33; Jn 5,30...);
- la dependencia total a Dios para vivir y para sobrevivir (Mt 5,3; 6,19-34);
- sufrir la marginación de no pertenecer a este mundo -ni al mundo de derechas ni al de izquierdas-
(Mt 5,4; Jn 15,18-21; 16,33);
- la mansedumbre: no actuar por envidia de los que prosperan haciendo el mal (Mt 5,5; Sal 37);
- tener hambre y sed de justicia, es decir, de que sea restablecido el orden y los derechos divinos (Mt 5,6; Sal 72);
- abrir el corazón a la miseria y necesidad ajena (Mt 5,7; Lc 10,25-37);
- ser de corazón íntegro y transparente, sin doblez (Mt 5,8);
- trabajar por la paz, que es fruto de la justicia (Mt 5,9);
- padecer persecución por practicar la justicia (Mt 5,10);
- renunciar a matar, herir, dañar, perjudicar al prójimo (Mt 5,21-26);
- honrar el matrimonio desde lo profundo del corazón (Mt 5,27-32);
- hablar siempre la verdad (Mt 5,33-37);
- responder al malo y al enemigo con un amor activo (Mt 5,38-48);
- no buscar la propia gloria, sino buscar siempre agradar a Dios y su gloria (Mt 6,1-18);
- no servir al dios Dinero, ni dirigir las energías y desvelos a las cosas materiales, sino a buscar el Reino de Dios y su justicia (Mt 6,19-34);
- tratar a los demás como a uno le gustaría ser tratado (Mt 7,12);
- ...un discípulo buscará en la Palabra de Dios todas las manifestaciones de esta Vida...
El que dice que permanece en El, debe andar como El anduvo” (1Jn 2,6).

Cristiano es uno que HA EMPEZADO a andar (=vivir) como Él anduvo. Ser un discípulo de Cristo que le sigue es aprender de su enseñanza y su ejemplo para practicarlo. Y esto no como una mera imitación externa:
ser cristiano es permitir que Cristo manifieste su vivir en nuestra propia vida: Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2:20).

El creyente cristiano es un ser más complejo que un no creyente, pues ahora en él hay dos naturalezas distintas y en conflicto: la vieja y corrompida heredada de Adán, y la nueva recibida en Cristo. El secreto de la vida cristiana no está en nosotros, ni en nuestra capacidad, ni en nuestro poder. El secreto de la vida cristiana es 'Cristo en nosotros'. Andar en nosotros o andar en Cristo: esta es la cuestión, y es lo que diferencia a los 'teknos' (hijos pequeños, niños) en Cristo, los cristianos que todavía andan según la vieja naturaleza caída, según 'la carne' -carnales- (1Cor 3:1-4), y los maduros en Cristo, los cristianos que andan según el Espíritu -espirituales- : “...porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son los 'uiós' (hijos maduros) de Dios” (Rm 8:14). En la medida que seamos nosotros los que vivimos, caeremos. Cuando eso ocurre, un cristiano se arrepiente y se reconcilia rápidamente con el Señor, que siempre nos perdona. Y así poco a poco Él irá creciendo en nosotros. La vida cristiana, la vida del Reino, nos es imposible de vivir a nosotros. Por eso sabemos que es divina. Sólo Cristo en nosotros la puede vivir.

Allá donde está Cristo, allá donde él gobierna, florece la justicia, la paz (que es el fruto de la justicia), la fraternidad, el gozo, ¡la vida!. Lo que empieza en el corazón del creyente está llamado a extenderse al universo entero.

Examinémonos, pues, a nosotros mismos: ¿soy un cristiano sólo de nombre o una nueva criatura en Cristo creciendo y madurando?
P.F. Obed

Comentarios

  1. Connie Byler Bentson6 de agosto de 2010, 20:26

    Me encanta la frase: Uno es cristiano si Jesús, el Cristo, está EN EL.

    ¡Eso es!

    Muchas bendiciones desde Burgos.

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