Satanás y las mujeres

SATANÁS Y LAS MUJERES

"Podemos ver registrada allá la primera obra de Satanás como engañador y la forma sutil de su método de engaño. Nosotros lo vemos trabajando sobre los deseos más elevados y puros de una criatura inocente, ocultando su propio propósito de ruina bajo el disfraz de que quería ayudar a un ser humano a llegar más cerca de Dios. Lo vemos usando los deseos puros de Eva en relación a Dios para producir cautiverio y aprisionamiento a él mismo. Vemos que él usa el "bien" para traer el mal; él sugiere que el mal haría nacer el supuesto bien. Prendida con el cebo de ser "sabia" y "como Dios", Eva fue cegada en cuanto al principio de obediencia Dios y, consecuentemente, engañada (1 Tm 2:14).

La bondad no es, por lo tanto, garantía de protección contra el engaño. La manera más inteligente por la cual el diablo engaña el mundo y la Iglesia es cuando viene como alguien o algo que, aparentemente, los lleva en la dirección de Dios o del bien. Él dijo Eva: "Vosotros seréis como Dios" (Gn 3:5), pero él no dijo: "y seréis como los demonios". Ángeles y hombres solamente conocieron el mal cuando cayeron en un estado de mal. Satanás no dijo eso a Eva cuando añadió: "conociendo el bien y el mal". Su verdadero objetivo al engañar a Eva era llevarla a desobedecer a Dios, pero su artimaña fue decir: "Seréis como Dios". Si ella hubiera razonado, habría visto que la sugestión del engañador era falsa en sí misma, pues puesto de forma clara ¡quería decir que Eva debería desobedecer a Dios para ser más semejante a Él!

Satanás triunfó, pero Dios reinó sobre todo. La víctima se volvió el vehículo para la venida de un Vencedor, que destruirá, por fin, las obras del diablo y purificará cielos y tierra de cualquier vestigio del trabajo de las manos de él. La serpiente fue maldecida, pero, en efecto, la víctima engañada fue bendecida, pues por medio de ella vendría el Descendiente (Jesucristo) que triunfaría sobre el diablo y su semilla, y, por medio de ella, se levantaría una nueva raza por medio del Descendiente prometido (Gn 3:15), que sería antagónica a la serpiente del final de los tiempos, gracias a la enemistad implantada por Dios. Desde aquel momento en adelante, la historia de las eras consiste en el registro de una guerra entre esos dos descendientes: el Descendiente de la mujer — Cristo y Sus redimidos — y el descendiente del diablo (ver Juan 8:44; 1 Juan 3:10), hasta el punto final en que Satanás será lanzado en el lago de fuego.

A partir de aquel momento, Satanás declara guerra también contra todas las mujeres del mundo, como venganza maligna por causa del veredicto del Jardín. Guerra por pisar y menospreciar a las mujeres en todas las tierras donde el engañador ejerce dominio. Él también guerrea contra las mujeres en tierras cristianas, dando continuidad a su método usado en el Edén de torcer la interpretación de la Palabra de Dios, insinuando en la mente de los hombres por todas las épocas que siguieron que Dios lanzó una "maldición" sobre la mujer, cuando, en verdad, ella fue perdonada y bendecida; e instigando los hombres de la raza caída a ejecutar esa supuesta maldición que era, en la verdad, una maldición contra quien engañó, y no contra quien fue engañada (Gn 3:14). "Pondré enemistad entre ti y la mujer", dijo Dios, así como entre "tu descendencia y su descendiente", y esa enemistad vengativa de la jerarquía del mal contra la mujer y los creyentes no disminuyó en intensidad desde entonces".

(Del cap. 1 de "Guerra Contra los Santos", de Jessie Penn-Lewis).

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